martes, 30 de julio de 2013

 

EL NIÑO PREESCOLAR

Corresponde este período al niño de 1 a 5 años cumplidos y toma su nombre porque en esta edad nuestro personaje suele -o debe- iniciar su asistencia a los centros formales de educación  -nidos, jardines de la infancia o escuelas preparatorias- como paso previo  para acceder con éxito a la escolaridad plena, en la etapa siguiente. Es este un período crucial en el desarrollo biosicosocial del niño; todavía no ha desarrollado bien el criterio discriminativo -no distingue claramente lo bueno de lo malo, lo inocuo de lo peligroso- y sin embargo cada día incrementa más su capacidad de desplazamiento -aprende a caminar e incluso a saltar y a trepar- por lo que requiere especial cuidado para evitarle accidentes y envenenamientos -puede ingerir sustancias nocivas dejadas por descuido a su alcance o envasadas en recipientes de otras que no lo son, pero que él confunde por su apariencia. De otro lado el lenguaje que, iniciado durante la lactancia a partir de los 6 meses con un simple silabeo -pa, ma, te, ta- y que había llegado a ser, al final de ella no mayor 4 a 6 palabras, alcanza en este periodo su pleno desarrollo. En suma el preescolar vive una etapa de activo desarrollo psicomotor y neurosensorial. Es también en este período que las experiencias psicoemocionales van influyendo en el subconciente del niño y resultan trascendentes para el desarrollo ulterior de la personalidad. Trato amoroso, cuidados físicos y promoción de experiencias afectivas positivas son en consecuencia de gran importancia en esta etapa en que el niño es una suerte de esponja que absorbe integramente todo lo que ocurre a su alrededor.
Lo dicho, siendo sumamente importante no debe dejar de lado los otros cuidados como son (a) la buena alimentación -la velocidad de crecimiento, si bien menor que en la lactancia, sigue siendo alta-, (b) la atención oportuna de enfermedades -las infecciosas dugestivas y respiratorias siguen siendo las más frecuentes-y (c) las vacunaciones que correspondan a su edad -contra la hepatitis A, las paperas, la rubéola y la varicela- así como los refuerzos de las que recibiera antes del año. 
Algo que debe tenerse muy en cuenta es que en el período prescolar el niño completa el desarrollo de su dentición. A los 8 incisivos aparecidos a partir de los 6 meses de vida,  4 inferiores 4 superiores, que fuera seguido, al final de la lactancia,  por los primeros premolares, 2 superiores y 2 inferiores,  se suman aquí los caninos y los segundos y terceros premolares, de modo que alrededor de los 30 meses el niño tiene ya completa su primera dentición, es decir las 24 piezas que la conforman, 12 en cada mandíbula. 
De todo lo expuesto queda claro por lo tanto que en este período de la vida del niño será importante seguir contando con el apoyo y consejo frecuente del pediatra -hacemos este énfasis porque no suele hacerse en la práctica-, quien en determinadas circunstancias deberá actuar en equipo con el odontólogo, el nutricionista y el psicólogo, a fin de lograr que el preescolar desarrolle plenamente sus potencialidades genéticas.  
    
 
 
 
 


lunes, 22 de julio de 2013


QUE CUIDADOS TENER CON EL LACTANTE 

 
Hemos dicho que el lactante afronta 3 contingencias de vulnerabilidad: Las derivadas de una mala alimentación, la hidrolabilidad y la relativa indefensión frente a las infecciones.
La  mala alimentación pede afectar al lactante por 3 razones: (1) cuando no recibe los nutrientes que requiere para crecer y desarrollar como le corresponde -no olvidemos que en esta etapa la velocidad de crecimiento es muy alta y se están desarollando rápidamente todos los órganos, uno de ellos tan importante como el cerebro- lo cuál se expresa tangiblemente en que no gana peso, se adelgaza y desnutre; dentro de este riesgo se ubica también el que el lactante pueda, por recibir una alimentación no balanceada, desarrollar sobrepeso y obesidad, situaciones tan dañinas como la que significa una dieta deficitaria; (2) cuando la preparación de los alimentos no se hace con la debida higiene, y se expone al niño a ingerirlos contaminados, lo que puede producirle infecciones digestivas con la consiguiente diarrea y deshidratación y (3) cuando por ignorancia, entusiasmo o temeridad se le administran alimentos sin considerar la posibilidad de que podría no tolerarlos, lo cuál también puede generarles molestias digestivas como vómitos, cólicos y diarreas. Lo anterior obliga a los padres a ser celosos con la alimentación de sus niños, debiendo cuidar que sean los que correspondan a su edad -no olvidemos que en los primeros 6 meses de vida basta la lactancia materna- y cuando se deba administrat nuevos alimentos, tener cuidado en iniciarlos progresivamente para detectar la toterancia a los mismos, todo ello sin perjuicio de guardar la más absoluta higiene.
La hidrolabilidad, de la que hemos hablado ya anteriormente, es causa de que el lactante suele reaccionar ante los agentes agresores -se denominan noxas en la jerga médica- en forma integral, como un todo y no sólo con respuestas específicas de determinados órganos -asi por ejemplo, si un lactante sufre una infección del oido, una otitis, además de las molestias propias de este órgano, suele presentar fiebre y diarreas, lo que usualmente no ocurre con un adulto, quien podrá o no presentar fiebre, pero de hecho no presenta diarreas-lo que hace que la mayoría de infecciones en el lactante, sean digestivas o no, se acompañen de diarreas-  y obligue al pediatra a que en todo lactante con diarrea busque la causa más allá de una afección intestinal y a los padres a consultar de inmediato ante esta manifestación.
Repecto a la indefensión ante las infecciones que presenta el lactante, tiene que ver con que su sistema inmunológico, que llega al nacimiento preparado para actuar pero carente de experiencia, empieza recién a identificar y a aprender a deshacerse de los agentes patógenos -los causantes de enfermedades- después del nacimiento, lo que no sólo obliga a recibir al recién nacido en condiciones asépticas sino a no exponer al lactante innecesariamente a posibles contagios y desde luego  administrarle las vacunas disponibles para ayudarlo a defenderse.