lunes, 22 de julio de 2013


QUE CUIDADOS TENER CON EL LACTANTE 

 
Hemos dicho que el lactante afronta 3 contingencias de vulnerabilidad: Las derivadas de una mala alimentación, la hidrolabilidad y la relativa indefensión frente a las infecciones.
La  mala alimentación pede afectar al lactante por 3 razones: (1) cuando no recibe los nutrientes que requiere para crecer y desarrollar como le corresponde -no olvidemos que en esta etapa la velocidad de crecimiento es muy alta y se están desarollando rápidamente todos los órganos, uno de ellos tan importante como el cerebro- lo cuál se expresa tangiblemente en que no gana peso, se adelgaza y desnutre; dentro de este riesgo se ubica también el que el lactante pueda, por recibir una alimentación no balanceada, desarrollar sobrepeso y obesidad, situaciones tan dañinas como la que significa una dieta deficitaria; (2) cuando la preparación de los alimentos no se hace con la debida higiene, y se expone al niño a ingerirlos contaminados, lo que puede producirle infecciones digestivas con la consiguiente diarrea y deshidratación y (3) cuando por ignorancia, entusiasmo o temeridad se le administran alimentos sin considerar la posibilidad de que podría no tolerarlos, lo cuál también puede generarles molestias digestivas como vómitos, cólicos y diarreas. Lo anterior obliga a los padres a ser celosos con la alimentación de sus niños, debiendo cuidar que sean los que correspondan a su edad -no olvidemos que en los primeros 6 meses de vida basta la lactancia materna- y cuando se deba administrat nuevos alimentos, tener cuidado en iniciarlos progresivamente para detectar la toterancia a los mismos, todo ello sin perjuicio de guardar la más absoluta higiene.
La hidrolabilidad, de la que hemos hablado ya anteriormente, es causa de que el lactante suele reaccionar ante los agentes agresores -se denominan noxas en la jerga médica- en forma integral, como un todo y no sólo con respuestas específicas de determinados órganos -asi por ejemplo, si un lactante sufre una infección del oido, una otitis, además de las molestias propias de este órgano, suele presentar fiebre y diarreas, lo que usualmente no ocurre con un adulto, quien podrá o no presentar fiebre, pero de hecho no presenta diarreas-lo que hace que la mayoría de infecciones en el lactante, sean digestivas o no, se acompañen de diarreas-  y obligue al pediatra a que en todo lactante con diarrea busque la causa más allá de una afección intestinal y a los padres a consultar de inmediato ante esta manifestación.
Repecto a la indefensión ante las infecciones que presenta el lactante, tiene que ver con que su sistema inmunológico, que llega al nacimiento preparado para actuar pero carente de experiencia, empieza recién a identificar y a aprender a deshacerse de los agentes patógenos -los causantes de enfermedades- después del nacimiento, lo que no sólo obliga a recibir al recién nacido en condiciones asépticas sino a no exponer al lactante innecesariamente a posibles contagios y desde luego  administrarle las vacunas disponibles para ayudarlo a defenderse.        

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